Por Joaquín Guzmán
Todo estaba mal en la vida de Fidel. Tenía problemas en casa. Carecía de amigos sinceros. No tenía nada de lo que deseaba; ni siquiera albergaba la esperanza de obtenerlos. En el amor, no estaba en la lista de elegibles para las chicas que conocía.
Llevaba semanas buscando con quien charlar y descargar sus aflicciones. Pero sentía que nadie lo escuchaba, ni siquiera su madre. Para escapar de sus vicisitudes, encontró refugio en el alcohol y en algunas drogas, pero descubrió que, al pasar sus efectos, su condición empeoraba.
Uno de esos días determinó separarse del mundo de los vivos y pidió permiso de ausentarse de las últimas clases, argumentando que se sentía mal. Cuando llegó a su habitación pensó en algunas personas que lamentarían su partida y decidió escribirles para despedirse.https://www.elconfidencial.com/alma-corazon- vida/2020-11-03/una-carta-llega-al-buzon- 100-anos-despues-de-su-envio_2813460/ |
Esa tarde escribió y escribió tanto que se quedó dormido y
no despertó hasta el amanecer del siguiente día. Ya más tranquilo, se dispuso a
ir a la escuela y darle el último adiós a quienes en algún momento le tendieron
la mano.
Platicó con Paco, que con su alegría animaba a todos. Lloró junto
con Susy, la compañera que fue en algunas ocasiones oído de sus lamentos y paño
de sus sinsabores. Pero tuvo un extraño sobresalto que le indicaba buscar a
alguien más. Así que se acercó al Prof. Gabilondo y platicaron en su cubículo durante
más de un periodo de clases.
Al pasar el tiempo, Fidel se graduó como médico y el profesor
recibió una carta de agradecimiento por aquella charla. Fidel le confesó los
planes de aquel día y cómo esa conversación detuvo lo que parecía inevitable.
Ahora, cada vez que un alumno se acerca para platicar, el profesor deja de lado sus pendientes y los escucha con atención, porque con Fidel, no recuerda qué se dijeron ese día.