miércoles, 9 de enero de 2019

¿Cómo se sigue enseñando Historia hoy en día?

¿Será una enseñanza positivista la que se imparte? ¿Tiene algo que ver con la enseñanza tradicional de esta ciencia social?

Por Galdino Enríquez Antonio
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La enseñanza de la historia se ha conservado decimonónica por mucho tiempo, pues ha dominado de manera absoluta “la visión liberal-positivista del conocimiento histórico, desde un enfoque basado en la memoria colectiva, y que se desarrolla a través de programas enciclopédicos que preconizan la memorización de fechas, batallas y acontecimientos relevantes para la nación”, señalan Gómez et al.(2015).

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recurso/por-que-es-importante-ensear-la-historia-con-un/
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“Todavía permanece en un considerable porcentaje del profesorado una visión positivista en la enseñanza, que obedece a esa concepción “culturalista” que buena parte del profesorado otorga a la enseñanza de la historia y que poco responde con las aportaciones realizadas a lo largo del siglo XX en el campo de la historiografía”, indica Molina et al. (2017), citando a Miralles, Molina y Ortuño. Agrega también, que “posiblemente, la solución se encuentre en una apropiada formación inicial y continua del profesorado”.

Sanz et al. (2017) encuentra que “la tradición docente del profesorado de educación secundaria está en la línea de promover una enseñanza de la historia enunciativa, poco activa y como un saber cerrado y concluido.”

Leer “La independencia de México, ¿una insurgencia Realista?”, en: https://tweethistoria.blogspot.com/2018/09/la-independencia-de-mexico-una.html

Tras un proceso de investigación celebrada por Rivas, D. y Requena, L. (2015), encontraron que la historia se sigue enseñando de manera tradicional, con las siguientes características y resultados:
… se viene enseñando la historia en la escuela en un contexto pasivo, con pocos elementos significativos y en medio de un aprendizaje basado en el desarrollo de las funciones lógico-analíticas del pensamiento, produce en la mayoría de los escolares desmotivación por asistir a clases, una enseñanza descontextualizada y sin sentido para ellos, un aprendizaje memorístico que impide el avance de ciertas competencias hacia una total compresión y aceptación de la historia como asignatura de gran importancia en su formación como individuo inmerso en una sociedad.

El docente queda entre la espada y la pared cuando las autoridades civiles y educativas establecen disposiciones de cómo enseñar la historia, como ocurrió en Inglaterra, cuando el Partido Conservador británico, propuso “en el año 2011, implantar en el país una historia escolar que solamente exigiese memoria y que provocara empatía hacia la “gloriosa” historia británica.” (Sanz et al. 2017).

Hernández, L. y  Pagès, J. (2016) puntualizan que en la formación de docentes de preescolar, los programas se centran en las estrategias y métodos para la planificación de los contenidos y no tanto en las habilidades que debe dominar para la enseñanza de las Ciencias Sociales; además, pocas veces se detienen en considerar “el cómo, el qué y el para qué enseñar contenidos sociales e históricos.”

Un hecho que ha marcado la enseñanza de la historia es que a lo largo del tiempo, la narración se ha asentado “sobre un método riguroso que reduce el subjetivismo y que permite crear un conocimiento firme y aceptado del pasado”, según lo señalan Gómez et al. (2014).

Molina et al. (2017), citan a Guimerá, quien encontró que los maestros afines al positivismo histórico, otorgan mayor “importancia a la memoria en el proceso de aprendizaje y utilizaban el libro de texto como material fundamental de trabajo.”

Leer “¿La Revolución de Independencia fue revolucionaria? “, en: https://tweethistoria.blogspot.com/2018/09/la-presente-entrada-de-una-reflexion-de.html

Gómez et al. (2015), encontraron que en España existe una preeminente educación positivista en la enseñanza de la Historia y de las Ciencias Sociales desde hace dos siglos, por lo que “está resultando muy difícil la transformación de los métodos, herramientas y recursos didácticos”, entre los docentes frente a grupo.
Estos mismos investigadores, señalan que
Es necesario favorecer la superación de esa visión positivista de la Historia, centrada en la idea de tiempo lineal y el progreso continuo de la civilización, refutado por los procesos de cambio y permanencia que, además, dificulta aprehender la causalidad y realidad multiforme de toda sociedad, al poner los ojos en prohombres y estadistas. La información sigue siendo, ante todo, de corte político; un relato lineal desde la Prehistoria hasta nuestros días.

Resultado de imagen para enseñanza de la historiaSegún Bécares et al. (2016), “Desde el siglo XIX hasta principios de los años setenta del siglo XX, debido a la concepción que se tenía de la Historia en sí misma, ésta era enseñada de una forma positivista e historicista a través de lo que se denomina la educación tradicional, cerrada al diálogo o a la creatividad.” Pero este cambio en la forma de enseñar la Historia no ha terminado de llegar al aula de clases, donde el docente sigue atado a las formas tradicionales de impartir muchas de sus clases.

Gómez et al. (2015) citan a diversos autores y señalan lo siguiente en cuanto a la forma de presentar la historia a los alumnos:
La influencia del Romanticismo en la enseñanza de la Historia se manifiesta a través de tres cuestiones centrales: una valoración positiva del pasado y presente del propio grupo social, tanto en el ámbito local como nacional; la valoración positiva de la historia política del país; y la identificación con los acontecimientos del pasado, personajes y héroes nacionales… y tercero, centrado en la comprensión histórica como un método…
Esto implica un aprendizaje basado en habilidades que permitan al alumnado interpretar el pasado, más allá de un conocimiento factual o conceptual y de carácter memorístico sobre fechas, personajes o acontecimientos.

Leer “¿La Historia es humana o científica?”, en: https://tweethistoria.blogspot.com/2018/07/la-historia-es-cientifica-o-humana.html

            Gómez et al. (2014), señalan que existen contenidos históricos de primer y segundo orden. Indican que aunque es necesaria “la presencia de contenidos sustantivos o contenidos de primer orden, que intentan responder a las preguntas ¿qué? ¿quién? ¿cuándo? y ¿dónde?”, los maestros se han quedado allí, sin cederle el lugar a “los contenidos estratégicos o de segundo orden”, los cuales “se definen por la posesión o despliegue de diferentes estrategias, capacidades o competencias para responder a cuestiones históricas y entender de una forma más compleja el pasado.”
            Gómez, E. (2013), habla también al respecto, pues considera que
“El análisis de los contenidos estratégicos o de segundo orden ha tomado protagonismo en los últimos años, insistiendo en la necesidad de que el alumnado adquiera diferentes capacidades para responder a cuestiones históricas, y así entender de una forma más compleja el pasado. Este conocimiento histórico está relacionado con habilidades del historiador: búsqueda, selección y tratamiento de fuentes históricas.”

Como consecuencia de una educación de la historia así, existe una brecha “entre las tendencias actuales sobre el modelo cognitivo de aprendizaje de la Historia, con la realidad del aula en la educación primaria en España”; los resultados muestran que existe “un conocimiento histórico muy deficiente por parte del alumnado, que en última instancia se basa en la construcción de una narrativa nacional con fines puramente identitarios”, así lo dan a conocer diversos autores que son citados por Gómez et al. (2015)

Referencias:

Bécares, L., Busto, M. & de Hoyos, C. (2016). Sentarse, escuchar y repetir.
¿Existe otra forma de enseñar historia? IKASTORRATZA. e-Revista de Didáctica, 16, 15-38. Recuperado de: http://www.ehu.es/ikastorratza/16_alea/2.pdf

Gómez, E. (2013). Lo que el historiador enseñante sabe y hace: Identificando
habilidades docentes en practicantes de la Licenciatura en Historia. CPU-e, Revista de Investigación Educativa, núm. 16, enero-junio, 2013, pp. 1-21. Instituto de Investigaciones en Educación Veracruz, México. Recuperado de: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=283128328001

Gómez, C., Ortuño, J. y Molina, S. (2014). Aprender a pensar históricamente.
Retos para la historia en el siglo XXI. Revista Tempo e Argumento, Florianópolis, v. 6, n.11, p. 05–27, jan./abr. 2014. Recuperado de: https://www.revistas.udesc.br/index.php/tempo/article/download/2175180306112014005/3052           

Gómez, C., Rodríguez, R. y Miralles, P. (2015) La enseñanza de la Historia en
educación primaria y la construcción de una narrativa nacional. Un estudio sobre exámenes y libros de texto en España. Perfiles educativos vol.37 no.150 México oct./dic. 2015. Recuperado de: http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-26982015000400002

Hernández, L. y  Pagès, J. (2016). ¿Cómo enseñar historia y ciencias sociales en
la educación preescolar?  Revista Mexicana de Investigación Educativa (RMIE), 2016, VOL. 21, NÚM. 68, PP. 119-140 (ISSN: 14056666). Recuperado de: http://www.scielo.org.mx/pdf/rmie/v21n68/1405-6666-rmie-21-68-00119.pdf       

Molina, S., Miralles,  P., Deusdad, B., y Alfageme, M. (2017). Enseñanza de la
historia, creación de Identidades y prácticas docentes. Profesorado. Nº extraordinario (Julio, 2017) ISSN 1138-414X, ISSNe 1989-639X. Recuperado de: http://www.redalyc.org/html/567/56752038018/          

Rivas, D. y Requena, L. (2015). La dramatización como recurso de enseñanza-
aprendizaje en la asignatura Historia de Venezuela. Educere, vol. 19, núm. 64, septiembre-diciembre, 2015, pp. 791-812. Universidad de los Andes, Mérida, Venezuela. Recuperado de:  http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=35643544011


Sanz, P.,  Molero, J. y Rodríguez, D. (2017). La historia en el aula. Innovación
docente y enseñanza de la historia en la educación secundaria. Lleida, España: Editorial Milenio. Recuperado de: http://www.ub.edu/histodidactica/images/documentos/pdf/Dificultades%20y%20retos%20para%20ensear%20historia.pdf

lunes, 3 de diciembre de 2018

¿Cómo se enseña Historia en la actualidad?

¿Sigue siendo una educación tradicional? ¿Está enmarcado en el positivismo? ¿Existen nuevas prácticas en su enseñanza que no se aplican?

Por Galdino Enríquez Antonio
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Hace casi veinte años, en la Revista Nexos fue publicado un texto escrito por el historiador Enrique Florescano (1999), donde señalaba que existe “una crisis general de la enseñanza de la historia en el sistema educativo mexicano.” Esta crisis se origina en la dependencia de la memorización en las prácticas educativas a lo largo de la educación básica y que se extendía hasta el nivel medio y superior.

http://blog.pucp.edu.pe/blog/historiamaestros/2013/12/06/historia-para-
maestros-retoma-la-publicaci-n-de-los-cuadernos-de-ense-anza-de-la-
historia-del-instituto-riva-ag-ero/
Citando a Ferro, Florescano (1999) señala que “la imagen que tenemos de otros pueblos, y hasta de nosotros mismos, está asociada a la Historia tal como se nos contó cuando éramos niños. Ella deja su huella en nosotros para toda la existencia.” Si esto es así, el maestro de Historia en el nivel básico, comparte con sus alumnos esa huella que ha quedado en él desde que fue estudiante en dicha etapa educativa.

Lo lamentable del caso, es que después de casi veinte años, el documento de los Aprendizajes Clave para la educación integral del Modelo Educativo de la SEP, hace referencia a la forma de enseñar Historia que ya detallaba Florescano (1999), en su texto publicado en Nexos, donde indica tres agravios en la enseñanza de la Historia:

El primer agravio proviene de la frustración que experimenta el niño que va a la escuela a aprender la historia de su patria y recibe en cambio una retahíla de nombres, fechas y acontecimientos que antes que comprender tiene que memorizar. El segundo agravio lo reciente cuando en lugar de que la escuela establezca una relación de mutuo aprendizaje entre él y sus profesores, propicia una relación gobernada por el autoritarismo, la no comunicación y la represión. El tercer y más resentido de los agravios es la carga de aburrimiento, apatía, rechazo y nulo aprovechamiento que inunda al alumno en las clases de historia; una carga que ahoga cualquier estímulo para estudiar, comprender o investigar.

Leer “La enseñanza de la Historia: Una asignatura pendiente”, en:

Al igual que Florescano, Lamoneda (1998) también señalaba esta situación, al indicar que “la enseñanza de una historia memorística, de reproducción de acontecimientos…, de la historia política, la de los grandes hombres. Lo que no es más que producto de una herencia positivista que reduce, de manera considerable, las posibilidades de la disciplina.”

En estudios recientes, se habla de que la creencia popular señala que saber historia implica “la acumulación memorística de hechos, conceptos o fechas del pasado”, de acuerdo con Gómez, Ortuño y Molina (2014). En tanto que Gómez, Rodríguez Miralles  (2015), hablan de que a la hora de aplicar exámenes y resolver ejercicios en los libros, “ciertos contenidos históricos va inculcando en el alumnado un conocimiento a menudo sesgado, y principalmente memorístico, basado en hechos, conceptos y saberes descriptivos.”

Leer “¿La Historia es humana o científica?”, en: https://tweethistoria.blogspot.com/2018/07/la-historia-es-cientifica-o-humana.html

Este “sistema de memorización de fechas y nombres”, llevó al Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM), a través de la Universidad Abierta y a Distancia de México (UnADM), a crear programas de posgrados para mejorar la enseñanza de la historia, según una nota publicada por El Universal en el 2017, en la que cita a Patricia Galeana, Directora General del INEHRM.

En una investigación llevada a cabo por Molina et al. (2017), encontraron que existe un paralelismo entre las concepciones o creencias de los docentes sobre la función de la enseñanza de la historia y su práctica docente. Señalan además, que “la mayor parte del profesorado continúa realizando una enseñanza de la historia, apoyándose principalmente en el libro de texto y dando poco protagonismo al alumnado”.

Todavía permanece en un considerable porcentaje del profesorado una visión positivista en la enseñanza, que obedece a esa concepción “culturalista” que buena parte del profesorado otorga a la enseñanza de la historia y que poco responde con las aportaciones realizadas a lo largo del siglo XX en el campo de la historiografía”, indica Molina et al. (2017), citando a Miralles, Molina y Ortuño. Agrega también, que “posiblemente, la solución se encuentre en una apropiada formación inicial y continua del profesorado”.

Leer “La independencia de México, ¿una insurgencia Realista?”, en:

En el 2017, en el documento de Aprendizajes Clave para la educación integral de la SEP, se lee lo siguiente: “se considera necesario dejar atrás una enseñanza centrada en la repetición de hechos, lugares y personajes históricos, y encaminarse a un aprendizaje que reflexione sobre el pasado para responsabilizarse y comprometerse con el presente.” (SEP, 2017, p. 384) Prácticamente señala que la crisis en la enseñanza de la Historia continúa hoy en día, pese a que fue indicado por Lamoneda (1998) y Florescano (1999) hace veinte años y no se ha logrado erradicar.

Referencias Bibliográficas:

Florescano, E. (1999) Para qué enseñar la historia. Revista Nexos. 1° de mayo, 1999.

Gómez, C., Ortuño, J. y Molina, S. (2014). Aprender a pensar históricamente. Retos para la historia en el siglo XXI. Revista Tempo e Argumento, Florianópolis, v. 6, n.11, p. 05–27, jan./abr. 2014. Recuperado de: https://www.revistas.udesc.br/index.php/tempo/article/download/2175180306112014005/3052

Gómez, C., Rodríguez, R. y Miralles, P. (2015) La enseñanza de la Historia en educación primaria y la construcción de una narrativa nacional. Un estudio sobre exámenes y libros de texto en España. Perfiles educativos vol.37 no.150 México oct./dic. 2015. Recuperado de: http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-26982015000400002

Lamoneda, M. (1998) ¿Cómo enseñamos historia en el nivel medio superior? Revista
Mexicana de Investigación Educativa, vol. 3, núm. 5, enero-juni, 1998. Consejo Mexicano de Investigación Educativa, A.C. Distrito Federal, México. Recuperado de: http://www.redalyc.org/pdf/140/14000506.pdf  

Molina, S., Miralles, P., Deusdad, B., y Alfageme, M. (2017). Enseñanza de la historia,
creación de Identidades y prácticas docentes. Profesorado. Nº extraordinario (Julio, 2017) ISSN 1138-414X, ISSNe 1989-639X. Recuperado de: http://www.redalyc.org/html/567/56752038018/

El Universal (12 de abril de 2017). Impulsan enseñanza de la Historia en México. El

Secretaría de Educación Pública (2017). Aprendizajes Clave para la educación integral. CDMX, México: SEP.

viernes, 14 de septiembre de 2018

La independencia de México, ¿una insurgencia Realista?



1821, año que otorga a la Nueva España el título de Nación Independiente, pero ¿quién o quiénes lo lograron: los primeros insurgentes o los realistas insurgentes? ¿Se conservaron los ideales de los insurgentes? ¿En qué condiciones se logra la independencia de México?

Por Galdino Enríquez Antonio
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Condiciones de la Colonia
Eran ya 10 años de lucha armada, más de un millón de muertes (García, 2016, p. 224). Entre los miembros del ejército realista, existía descontento por la forma en que la Corona repartía los premios y hacía llegar los salarios (Álvarez y Escalante, 2011, p. 144).

Del lado de los insurgentes, la muerte de grandes caudillos y la persecución cruenta de Callejas contra los que quedaban vivos, propició que se refugiaron en las montañas utilizando la guerra de guerrillas para hacer frente a las fuerzas realistas. Esta huida a las montañas hacia parecer que la causa estaba perdida (Quijano y Rico, 2009, p. 235). Entre 1818 y 1820, “la guerra insurgente casi desapareció, sólo se encontraban grupos dispersos en el sur… El virrey consideró que la guerra prácticamente había acabado…” (Álvarez y Escalante, 2011, 143). Delgado señala que “el movimiento insurgente estaba sofocado en casi todo el país” (2008, p. 130).

“El principal logro de los movimientos guerrilleros fue que terminaron de debilitar la moral de algunos miembros del ejército realista, situación que condujo a estos a albergar el deseo de poner un alto a la guerra.” (González, 2010, p. 67)

La Nueva España vivió una crisis financiera por la banca rota del imperio, esto debido a dos situaciones: la destrucción del país y la baja productividad propiciada por la misma guerra (Quijano y Rico, 2009, p. 235). Además, la “precaria situación económica española después de la invasión napoleónica”. García señala que “los campos de labor y las minas lucían abandonadas, la poca industria… había desaparecido” (2016, p. 224). Y por si fuera poco, “El comercio exterior… se redujo de manera drástica…” (Álvarez y Escalante, 2011, 144).

La iglesia, dueña de prácticamente la mitad las propiedades inmuebles (González y Guevara, 1971, p. 278), “resintió económicamente la crisis general, como todos, pero además disminuyeron los diezmos” (Álvarez y Escalante, 2011, 144), una de sus principales fuentes de ingresos.

La participación de las sociedades secretas a lo largo del proceso de independencia fue creciendo, entre ellos encontramos a los Guadalupes, la Sociedad de Jalapa y la masonería. Éstos últimos, por ejemplo, “tuvieron mucho que ver con el establecimiento del régimen constitucional en 1820 y con la destitución del virrey Apodaca.” (Wobeser, 2009, p. 159)

Los criollos consideraban que con la independencia, tendrían los mismos derechos políticos que los peninsulares. Y con la llegada del virrey O´Donojú, quien defendía los ideales liberales y simpatizaba con las ideas de independencia (Quijano y Rico, 2009, p. 235), despertó en gran manera la ilusión de la libertad.

“Miles de familias deambulaban en la miseria o huían de la violencia” (García, 2016, p. 224). Los grupos sociales desprotegidos (mestizos, indios y castas), consideraban que la independencia daría solución a la situación de miseria que vivían (Quijano y Rico, 2009, p. 235).

“El descontento de las autoridades, funcionarios y soldados” era evidente ante las políticas promovidas por la Corona  (García, 2016, p. 224). “Los propietarios criollos estaban inconformes, la guerra había disminuido sus ingresos.” (Álvarez y Escalante, 2011, 144). “La situación empeora con la violencia que ejercen los grupos bandoleros… las actividades del bandolerismo no solo mermaron las arcas reales, sino también a la población civil.” (González, 2010, p. 74 y 75)

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http://www.fororeal.net/consticadiz1812.htm
Ante este panorama, ni los insurgentes ni los realistas tenían opciones viables para obtener la victoria, hasta que apareció en 1820 un movimiento liberal comandado por Rafael del Riego  y obligó a Fernando VII a reestablecer las Cortes de Cádiz y jurar la Constitución de 1812 (Escalante y otros, 2004, 146).

La entrada en vigor de la Constitución de Cádiz no fue bien vista por los grupos monarquitas de américa (Quijano y Rico, 2009, p. 235). Esta constitución “generó gran malestar en Nueva España, debido a que la mayoría de los novohispanos no se identificaban con las ideas liberales y anticlericales” (González, 2010, p. 82), contenidas en ella.


El punto de quiebre
Los insurgentes llegaron a pensar que la Constitución de Cádiz les favorecía, al reconocerlos como ciudadanos con derechos políticos, garantías laborales y así como garantías en el ámbito social. Mientras tanto, los sectores privilegiados (el clero, la aristocracia, y los peninsulares), rechazaron esta constitución por sus ideales de igualdad social y tener una postura anticlerical (Álvarez y Escalante, 2011, p. 144). La restitución de esta constitución afectó los intereses del clero, la aristocracia y de los peninsulares, quienes optan por independizarse de España (Quijano y Rico, 2009, p. 234)

Llegó un momento que en la Nueva España se vislumbraba paz, pero con una recuperación económica nada fácil; la sociedad enfrentó una serie de conflictos políticos y sociales. Los cultivos sufrieron cambios en su ciclo de producción, los ranchos estaban abandonados y los pueblos indígenas empobrecidos (González, 2010, p. 81)

Bajo esta situación, Guerrero invita a los realistas a unir fuerzas para alcanzar la independencia (Quijano y Rico, 2009, p. 234). “Los diez años de lucha habían transformado tanto a la Nueva España que incluso los peninsulares se inclinaban por la independencia” (Escalante y otros, 2004, p. 146)

“Los insurgentes tenían demandas de justicia social (Rodríguez, 2012, p.170), pedían “una constitución apropiada al reino y el establecimiento de una república” (Escalante y otros, 2004, p. 146); mientras que, “los españoles peninsulares, junto con la iglesia y el ejército, que no abogaban por la población, sino por su bienestar… utilizaban un discurso parecido al de los insurgentes” (Rodríguez, 2012, p.170)

La aceptación de la Constitución de Cádiz, “desató una agitación política jamás vista hasta entonces, de la que puso sacar las mayores ventajas el clero” (González y Guevara, 1971, p. 278), Líderes religiosos promovieron el Plan de la Profesa, donde se planteaba “la independencia de la Nueva España bajo el establecimiento de una monarquía absoluta y la conservación de los privilegios eclesiásticos… junto con les peninsulares, no querían que en la Nueva España rigiera la Constitución española de 1812.”  (González y Guevara, 1971, p. 279), “La situación inquietó a los funcionarios peninsulares no solo porque vieron amenazados sus privilegios, sino también por la posibilidad de que el clero llamara a la gente a las armas.” (García, 2016, p. 224)

Los conjurados de la Profesa nombran a Agustín de Iturbide Jefe Militar Realista para combatir a Guerrero. Iturbide “Simpatizaba con la  autonomía pero había rechazado el curso violento del movimiento insurgente” (Escalante y otros, 2004, p. 147), percibió que lograr el apoyo de las partes en conflicto, sería benéfico para alcanzar la independencia. La encomienda de la Conspiración de la Profesa para Iturbide era la de pacificar al país y lograr la separación de la Metrópoli (García, 2016, p. 224)

Iturbide proclamó el Plan de Iguala, luego de alcanzar un acuerdo con Guerrero. El plan fue “trazado con el fin de unificar a todos los sectores sociales: al ofrecer empleo a todas las personas nacidas en el país”, se atrajo el interés de los criollos, de la iglesia y de las castas, pues ofrecía hacer realidad sus reclamos. (González y Guevara, 1971, p. 280). En este plan se adopta “como forma de gobierno una monarquía moderada, ofrecida a Fernando VII o algún miembro de la familia real. La religión católica sería la única reconocida en México” (Martínez, 2012, p. 196), entre otros aspectos importantes.

Iturbide buscaba proteger “la propiedad privada de todos, sobre todo de los españoles e Iglesia que son los que más tenían.” (De la Torre y Juárez, 1993, p. 93). A decir de él (Iturbide), estaba interesado en el bien y la felicidad de la Nueva España, por lo que buscaba pacificar al país, sujetando a todos los frentes a un solo mando nacional, bajo las órdenes de Guerrero, quien declinó a tal distinción (Miranda, 1997, p. 91).

“Promovía la idea de un imperio, constituido como una monarquía constitucional; sostenía que la colonia había alcanzado la mayoría de edad frente a España y, por lo tanto, había llegado el tiempo de que viera por sus propios asuntos de gobierno.” (Cuchí, Gómez y Villavicencio, 2017, p. 189). “La ejecución del Plan de Iguala sería amparada por un ejército de las Tres Garantías o Ejército Trigarante, que tendría su propia bandera.” (Cuchí, Gómez y Villavicencio, 2017, p. 189)

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el-abrazo-de.html
Por su parte, Guerrero estaba dispuesto a seguir peleando “contra el mal gobierno” (González y Guevara, 1971, p. 280). Para esto defendía los intereses de los insurgentes, los cuales “pretendían el cambio de régimen colonial en el orden social, político, económico y cultural.” (González y Guevara, 1971, p. 282),

Los insurgentes estaban cansados de los agravios que los españoles le propinaban a la población civil, por lo que se decían, junto con Guerrero defensores de los verdaderos intereses de la nación (Miranda, 1997, p. 91). Guerrero “Había apoyado el proyecto independentista de Morelos, y hubiera preferido una república, pero sabía que sus fuerzas eran muy débiles para triunfar, por lo que se unió al plan de independencia que le propuso Iturbide.” (Speckman, Ávila, Pani y Ávila, 2008, p. 141)


Colofón
La promesa de Iturbide de lograr los ideales de la insurgencia hizo que Guerrero depositara su confianza en él. Pero la mano que mece la cuna, le indicó a Iturbide el rumbo a seguir, puesto que era claro los intereses en juego: los intereses de una nación entera o los intereses de grupos privilegiados.

 “La etapa final movimiento de independencia, se caracterizó por un cuartelazo, dado precisamente para no modificar el régimen colonial, sino dejar las cosas tal como estaban durante la Colonia.” (González y Guevara, 1971, p. 282).



Referencias:

Álvarez, M. y Escalante, G. (2011). Historia de México I. CDMX, México: Esfinge.

Cuchí, V. M., Gómez, R. y Villavicencio, N. (2017). Historia de México I. CDMX, México:
Gafra.

Delgado, G. (2008). Historia de México. Legado histórico y pasado reciente. México, D.
F.: Pearson.

Escalante, P., García, B., Jáuregui, L., Vázquez, J. Z., Speckman, E., Garciadiego, J., y
Aboites, L. (2004). Nueva Historia mínima de México. México, D. F.: El Colegio de
México – SEP

García, A. (2016). Historia de México I. CDMX, México: Gafra.

González, C. y Guevara, L. (1971). Síntesis de Historia de México. CDMX, México:
Editorial Herrero, S. A.

González, M. (2010). México Independiente: conformación de la nacionalidad mexicana.
Tomo I. 1800 – 1899. CDMX, México: SEP – Agencia Promotora de Publicaciones.

Martínez, L. (2012). Historia de México I. CDMX, México: Oxford.

Miranda, A. (1997). La evolución de México. Segundo curso. México D. F.: Grupo
Herrero, S. A. de C. V.

Quijano, F. y Rico, R. (2009). Historia de México II. CDMX, México: Santillana.

Rodríguez, Y. (2012). Historia de México I. CDMX, México: Anglopublishing.

Wobeser, G. (coord.) (2010). Historia de México. México, D. F.: SEP – Academia
Mexicana de Historia.


¿La Revolución de Independencia fue revolucionaria?

La presente entrada es una reflexión sobre un artículo publicado por Raúl O. Fradkin, titulado: "¿Qué tuvo de revolucionaria la revolución de independencia?"

Por Galdino Enríquez Antonio

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Raúl O. Fradkin hace un planteamiento interesante: la revolución de independencia, ¿tuvo algo de revolucionaria? Son dos términos que aparentan ser sinónimos, pero no lo son: REVOLUCIÓN es sinónimo de revuelta, sedición, levantamiento, sublevación, insurrección, rebelión, etc., mientras que REVOLUCIONARIA no se queda con estos términos únicamente, sino que es sinónimo de original, novedosa, avanzada, adelantada, etc.

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En la pregunta, Fradkin llama a los movimientos independentistas de América como revoluciones y crea entre los lectores una disociación entre los conceptos: revolución vs. revolucionaria. Parece ser que la pregunta gira entorno a que si hubo algo extraordinario o novedoso en el proceso de independencia de los países americanos. Si esto es así, cambia el sentido del debate.

¿Qué tuvo de extraordinaria o novedosa la revolución de independencia? Tanto Raúl O. Fradkin y Gabriel Di Meglio responden que no existió nada extraordinario en los movimientos de independencia en América en el sentido estricto de la palabra Revolución como tal.

Gabriel Di Meglio señala que no hubo un cambio en los modos de producción ni tampoco una clase social desplazó a otra en el poder, tal y como ocurriera en la Revolución Francesa, por ejemplo, por lo tanto, no existió revolución alguna. Apunta que fue una reacción criolla ante la dominación española, puesto que no existía una nación previa al movimiento independentista.

Leer “La enseñanza de la Historia: Una asignatura pendiente”, en: http://tweethistoria.blogspot.com/2018/05/la-ensenanza-de-la-historia-una.html

Del mismo modo, Raúl O. Fradkin califica a los movimientos independentistas como revoluciones indirectas, es más, habla de revoluciones incompletas, inconclusas y hasta fallidas en el mejor de los casos. Se refiere a estos movimientos como una descolonización, sólo superada por las descolonizaciones del siglo XX.

En ese tenor, Alfredo Ávila y Rodrigo Moreno, hablan de una revolución abortada, fracasada, que no buscaba alterar el orden de las cosas, sino conservarlas, a acepción de la emancipación política. El movimiento independentista era en contra de un gobierno ilegítimo (José I) y que procura defender una religión, un rey, una patria y conservar las costumbres.

Esta es la posición los autores. Consideraron el movimiento independentista en sus resultados globales, no en sus distintas etapas ni en el logro de los distintos bandos. Aquí algunos ejemplos:
  • El planteamiento del Ayuntamiento de la CDMX en 1808 es revolucionaria, que de haberse concretado, sería una Revolución Gloriosa de mayor envergadura que la inglesa.
  • La abolición de la esclavitud, que no lo lograron los norteamericanos sino hasta la Guerra de Secesión medio siglo después.
  • La propuesta de la división del poder en un estado republicano y representativo, justo en los días del retorno de Fernando VII al poder (aclamado en tierras americanas) y que había desconocido las Cortes y la Constitución de Cádiz.
  • La desaparición de castas es un aporte a los movimientos insurgentes, ya que la India lo logró a penas el siglo pasado.
De lograrse la independencia en manos de los insurgentes, la revolución de independencia sería a todas luces más que revolucionaria, sería una historia digna de imitar a nivel global, como lo fue la francesa.

Leer “Encabezados por un cura, inician revuelta popular”, en: http://tweethistoria.blogspot.com/2018/06/encabezados-por-un-cura-inician.html

Todas las revueltas o revoluciones tienen un proceso único, y cuando calificas uno de estos movimientos por sus resultados al final de dicho proceso, sin mirar los aportes a lo largo de la evolución del movimiento, encuentras juicios inconclusos, fallidos, abortados, fracasados o incompletos.

Considero que la pregunta está mal direccionada. Da la impresión de que se enfocará en los planteamientos revolucionarios, extraordinarios, novedosos del movimiento independentista y te llevas la sorpresa de que el autor se centra en el sentido estricto de la palabra REVOLUCIÓN.

Puede leer el artículo de Raúl O. Fradkin, en: 

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